EDICIÓN N° 8 / NOVIEMBRE 2006
 
 
Ponemos la metodología, experiencia y planteamientos de clase mundial
del Dr. Roger Schank, fundador de Socratic Arts, a disposición de las
organizaciones latinoamericanas.
 

CUÉNTAME UN CUENTO
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl

 

En mayo de 2005, Cristian Sosa, presidente de Cluster Kairos me invitó a participar en el congreso CordobaLearning. Durante los 3 días del congreso, impartí un Taller de Diseño de Contenidos para e-learning y una ponencia titulada "El e-learning y los 7 pecados capitales" basada en un articulo que había escrito meses antes y que transformé para la ocasión en una presentación multimedia donde, por ejemplo, el análisis de cada pecado comenzaba con un video de una película conocida.

En abril de 2006, Cristian cometió la imprudencia de invitarme de nuevo a CordobaLearning donde coincidimos muchos de los asistentes al congreso del año anterior. Lo primero que hice al empezar mi ponencia "E-learning, 3 revoluciones en UNA" fue preguntar a la audiencia cuantos se acordaban de alguno de los 7 pecados que durante más de 1 hora les había expuesto el año anterior. Solo una persona levantó la mano quien además confesó acababa de leer el artículo recientemente. "¿Cómo era posible que no recordasen absolutamente nada?" les pregunté. Silencio. "Para su tranquilidad", les dije, "la verdad es que tampoco yo me acuerdo muy bien. Sin embargo ¿recuerdan la historia que les conté al inicio de mi ponencia?". En efecto, varias manos se alzaron en el publico para confirmar que se acordaban de la historia de la llave que narré para explicarles cómo aprendemos las personas. Lo que me ocurrió fue que al llegar al Hotel del Congreso, me registré en recepción y me dieron una llave electrónica. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, cuando traté de acceder a mi habitación metiendo la llave en la ranura correspondiente, no hubo manera de que abriese. Comprobé que estaba colocándola en la manera que indicaba la flecha pero no hubo caso. Tras un buen rato de infructuosos intentos, no me quedó más remedio que bajar a la recepción para explicarles mi problema. Con una sonrisa, el recepcionista me dijo en su mejor acento cordobés: "Señor, no haga caso de la fecha, está mal colocada, debe introducir la llave al revés". Esta anécdota me sirvió para explicar que las personas tenemos objetivos que nos interesan (entrar en mi habitación) y desarrollamos planes y acciones, la mayoría inconscientes, para alcanzar esos objetivos (registrarme y usar la llave para acceder). Sin embargo, cuando las cosas no ocurren como esperamos y fallan nuestras expectativas (la puerta no se abre) es cuando estamos preparados para aprender (entender porque la puerta no se abre y buscar una respuesta, bien por mis medios o preguntando a quienes tienen el conocimiento). Aprender es recordar y les puedo garantizar que la próxima vez que no pueda abrir una puerta de un hotel, lo primero que haré será probar a meter la llave al revés. Y les garantizo también que la gente olvidó mi presentación y sin embargo recordó la historia porque las personas apenas pueden recordar los cursos que hacen sino que recuerdan las experiencias que tienen.

Las historias son una manera muy poderosa de aprender, pero son sistemáticamente ignoradas. Las historias forman parte de nuestra vida, de hecho somos historias, nuestra vida es una historia, nosotros somos los personajes principales de nuestra historia e interactuamos con otros personajes, desempeñamos roles, vivimos situaciones, tomamos decisiones, aprendemos de nuestra experiencia y de las experiencias de otros a través de conversaciones, a través de interacciones. Hace poco hice un pequeño experimento y pedí a varias personas que me nombrasen algo concreto que habían aprendido en la última semana. Prácticamente todos me contaron historias. No estoy descubriendo nada nuevo, hace 500 mil años no había Powerpoint, había experiencia directa y las historias fueron la forma en que la humanidad trasmitió el conocimiento antes que se creara el lenguaje escrito.

El cine y el teatro no son más que una sucesión de historias bien diseñadas, el periódico y los noticieros cuentan historias, los libros, las canciones, los proyectos, los chistes o los partidos de fútbol son historias, incluso cuando pides ayuda en el trabajo lo haces contando una historia. Todo el día contamos historias y nos cuentan historias, no tienen más que fijarse. En su libro La Bendita Manía de Contar, García Márquez afirma "estoy convencido de que el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no". El pasado y los hechos más importantes de tu vida los recuerdas como historias y si imaginas tu vida hacia el futuro, también lo haces en formato de historia. Harvard patentó el estudio de caso como su metodología estrella que el resto de las escuelas de negocios adoran y que todos los directivos consideran una eficiente herramienta de aprendizaje. A fin de cuentas, las historias son lo que les contamos a los niños cuando quieren dormir. Incluso cuando dormimos, soñamos en forma de historias.

Entendemos y nos explicamos el mundo a través de historias. Las historias inspiran porque se dirigen a las emociones y no sólo a lo racional y por que te llevan a hacerte preguntas en esta época donde la educación sigue insistiendo en que aprendamos ingentes cantidades de teorías y conceptos, memoricemos datos y los regurgitemos en absurdos exámenes. Gracias a dios, la práctica va por delante de la teoría y los problemas no se pueden comprender intelectualmente, hay que vivirlos. Cuando no entendemos algo pedimos … que nos pongan un ejemplo. En la vida las cosas no son tan sencillas como en un examen, no hay respuestas correctas, hay cosas que funcionan y cosas que no. ¿La vida es racional? ¿Las situaciones en que nos vemos envueltos tienen una explicación racional y una solución racional? Entonces ¿El aprendizaje debe ser sólo racional, intelectual?

Solemos pensar que alguien es inteligente cuando en una conversación, su respuesta es coherente con lo que nosotros le hemos dicho. Ser inteligente significa tener buenas historias que contar, de hecho, contar la historia adecuada en momento oportuno. Aunque apenas nos damos cuenta, pasamos todo el día manteniendo un dialogo permanente con nosotros mismos. En las empresas gestionamos flujos de dinero, flujos de datos a través de las redes, pero ¿Qué pasa con los flujos de conversaciones entre las personas? Se pierden y con ello desperdiciamos un valioso capital. La tecnología permite explotar las historias: recopilarlas y hacerlas más accesibles que el cara a cara y que no surjan accidentalmente, llegar a mayor audiencia y poder revisarlas tantas veces como se quiera. Las historias y los casos ayudan a difundir y capturar lo tácito y son las pepitas de oro de la organización puesto que atesoran conocimiento crítico pero difícil de tangibilizar como buenas y malas prácticas y lecciones aprendidas.

¿Quienes tienen buenas historias que contarnos? Los expertos. ¿Y qué es un experto? Como dice Niels Bohr, es una persona que ha cometido todos los errores posibles en un campo muy acotado y por tanto es el que tiene experiencia, ha acumulado casos, historias y es capaz luego de rescatarlos en el momento que se enfrenta a situaciones parecidas. Por lo tanto un experto es un almacén de los casos que ha vivido, lo que le permite tener una especie de poder mágico de predicción: "Se lo que va a ocurrir en determinada situación porque ya la he vivido antes o al menos una muy similar".

He aquí una poderosísima herramienta de aprendizaje y gestión del conocimiento, muy barata, y que todas las empresas tienen en cantidades industriales aunque generalmente las desperdicien.

 
 

A SAILING WE WILL GO
Roger Schank, CEO Socratic Arts
roger@socraticarts.com

 

In the summer I often hang out on a friend's boat in the Greek Islands. I never expected to learn something important about education there. I was thinking about sun and water.
We were parked (or whatever they call it) at a dock on the island of Naxos when I happened to hear a voice in German giving what seemed like a lecture on a large sailboat parked next to us. It didn't take very long to figure out that the guy giving the lecture must have just rented his yacht to the set of eight people (four couples I guessed) who were listening attentively to what he had to say.

Now, if you know anything about me or my views on learning you know that the idea that people were listening attentively to a lecture is somewhat astounding to me. I didn't think it could be done. What followed next was even more astounding.
The lecturer must have said that they should now all try to do whatever he had said they must do. (My German is not up to snuff and I had no idea what he had been saying.) One by one, silently and carefully, each of the eight tied up whatever he had said to tie up in the way he had said to tie it up. (It must be clear at this point that I know nothing about sailing.) Then he talked more, and they proceeded, silently, carefully, and in an orderly fashion to do what he had told them to do (I assume).
I had never seen anything like this before. If a group of my friends had rented this yacht the jokes and comments would have been coming fast and furious, people would have been wandering off, there would have been yelling, and no one would have done anything particularly right when asked to do it.
No wonder I have the view of education that I have. I've never known anyone who listened that carefully. I didn't know it was possible.

And suddenly I understood everything.

Our education system was planned and executed first by Germans. When the current curriculum and its method of delivery by lecture was developed, the people who planned it (in 1892) were simply copying the German teaching and learning methodology which was respected world wide at the time.
And now I realized why this system seemed to work. Germans actually listen when people talk. And, at the time the German system arose, people as a whole were probably better at listening - there was no IM or television or cell phones to shorten attention spans.

Funny how that doesn't happen anymore in most places though (and maybe not as much in Germany any more, either). Actually I don't care to wonder about why it doesn't happen here, it just doesn't. Perhaps a system of education developed only for people who are good at sitting and listening is really not such a hot idea, especially since most of us don't have the slightest ability to sit still and absorb.

So, my point? Looking at a boat full of my friends receiving the same lecture the Germans received, it would be obvious that lecturing wasn't working. They'd have quickly lost interest, begun talking amongst themselves, or gotten distracted. Looking at the Germans on the boat, it's not so obvious, but I don't think they were really learning either. Could they immediately play back what they'd just been told? Apparently so. Would they be able to apply what they'd just learned successfully in an urgent situation on the water? Probably not. It's just that the faults of lecturing are more clearly highlighted by my group of friends than the Germans on the boat, because culturally, Germans might be better at sitting and listening (or maybe it was just this group of Germans).

Even when, to both teachers and students, lecturing appears to be working, (students intently listening, nodding heads, taking notes), what's going on in the minds of students probably looks a lot like what'd be going on on the boat full of my friends - distraction, lack of interest, and only a vague recollection of what was said. Even though it can appear that lecture-based, PowerPoint-driven learning is effective, it rarely is, and is almost never as effective a use of time as the learning-by-doing approach that could be done in its stead.

 
 
 

Catenaria - Gestión del Conocimiento
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