EDICIÓN N° 15 / JULIO 2007
 
 
Ponemos la metodología, experiencia y planteamientos de clase mundial
del Dr. Roger Schank, fundador de Socratic Arts, a disposición de las
organizaciones latinoamericanas.
 

PIENSO, LUEGO...APRENDO
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl

 

Dad al alumno algo que HACER y no algo que aprender, ya que el hacer tiene tal potencia que exige pensar y reflexionar (John Dewey, Thinking in Education 1916)

Hace unos años, fui alumno de un Master en Internet Management en Barcelona, donde durante bastantes meses compartí aula con profesionales del mundo de la banca, telecomunicaciones, informática o seguros. Claro está, eran tiempos anteriores al estallido de la burbuja, la fiebre de Internet estaba desatada y reinaba el entusiasmo. Recuerdo muy especialmente lo que sucedió con el profesor responsable del módulo de Marketing en Internet. Nada más entrar en su primer día de clase, se presentó como socio de una consultora especializada en aplicación de nuevas tecnologías al marketing y e-business. Nos preguntó a cada uno a qué nos dedicábamos, qué esperábamos del Master, qué era lo que mas nos interesaba e inmediatamente nos repartió unos papeles. Se trataba del enunciado del caso e-bay. Nos pidió que nos reuniésemos en grupos, nos pusiésemos a trabajar y media hora más tarde presentásemos al resto de la clase nuestras conclusiones sobre las preguntas que nos planteaba.
La reacción de casi todos mis compañeros fue la misma: "A este hombre le pagan por enseñarnos y no por estar sentado sin hacer nada mientras nosotros trabajamos". La sensación de malestar y resistencia fue intensa y duró largo rato. Concretamente duró hasta que dio comienzo la primera discusión en grupo y todos empezaron a darse cuenta que los que teníamos que hacer el esfuerzo éramos obviamente nosotros, que aprender no es lo mismo que enseñar y que en realidad surge desde dentro y no viene de fuera. Al finalizar cada módulo, debíamos rellenar unas encuestas de evaluación de los profesores. Este profesor fue el mejor evaluado con mucha diferencia sobre el resto del claustro cuya característica común era llegar cada uno con un portátil con mayores prestaciones que el profesor anterior y avasallarnos con sus powerpoints interminables. Marketing en Internet se convirtió en la clase que esperábamos impacientemente y que todos echamos mucho de menos cuando finalizó. Esta historia la narré en 2003 en un artículo sobre el Rol del Profesor en el mundo virtual http://tokland.com/elearning/?p=80

La mayor parte de los problemas que deben enfrentar las organizaciones son causados por el hecho de que las personas que trabajan en ellas no hacen lo que deberían hacer. Y esto ocurre sobre todo porque no saben, es decir, necesitan Aprender. Lo que es indiscutible es que Aprender se convierte en LA habilidad crítica en el S.XXI. No hay nada más importante que aprender pero al mismo tiempo, la realidad que debemos enfrentar es que NO sabemos aprender. Si hemos de ser justos, hay un grupo que sabe aprender y lo hace a las mil maravillas: Los niños. Es evidente que todos fuimos niños alguna vez, ¿Cómo es posible que hayamos olvidado algo que, de hecho nos permitió sobrevivir, desarrollarnos y llegar hasta donde estamos hoy? Como comprobarán, es fácil de entender.

Siempre que tengo que impartir una conferencia, suelo hacer un ejercicio para provocar un poco a la audiencia: les muestro una diapositiva con varias Integrales y pregunto a los asistentes quienes serían capaces de resolver alguna de ellas. Los rostros suelen palidecer reconociendo la incapacidad de abordar una tarea que se supone en algún momento del pasado fuimos capaces de ejecutar y que hoy exigimos a nuestros niños con insistencia y de manera innegociable. Después de varios años de repetir este desafío, todavía nadie ha levantado la mano. Lo que les suelo aclarar es que no hay de qué preocuparse, no importa que no se acuerden porque nunca han necesitado hacer Integrales a lo largo de su vida. Lo imperdonable es haber dedicado tanto esfuerzo y haber pasado tantos malos ratos con algo a lo que luego jamás sacamos provecho. En realidad, el concepto de Educación es simple: es algo que te ocurre y NO lo olvidas, si se te olvida, NO fuiste educado. Si hoy no sabes cómo hacer Integrales, o no eres capaz de aprobar cualquier examen que hiciste en la universidad, simplemente no aprendiste.

La noción aceptada de Educación, impuesta por las entidades educativas, no tiene nada que ver con la forma en que aprendemos las personas realmente. Estudiar, acumular información, hoy en día no es muy valioso. Lo que importa no es qué deben saber las personas (algebra, historia o termodinámica) sino que deben saber HACER. No qué saben sino qué hacen con lo que saben. Imaginaos que mañana, vuestro jefe os pide preparar un curso sobre Dirección de Reuniones o Trabajo en Equipo. ¿Qué haríais? Lo más probable es que terminéis construyendo un powerpoint que recitareis a la audiencia como quien canta en un karaoke. Se asume que para impartir un curso, basta reunir a un grupo, dar la palabra al que más sabe que es quien habla todo el tiempo, los demás escuchan, toman apuntes y hacen un examen (para obtener un titulo que es la razón por la que están allí en primer lugar). Ocurre que la gente olvida sistemáticamente lo que les cuentes (no podemos recordar las noticias de los noticiarios de la semana pasada) pero sin embargo recordarán lo que les haces sentir: Aprender es recordar y nadie olvidará lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas. La crisis mundial de los sistemas educativos hace tiempo que ha demostrado que este modelo no funciona. Sin embargo, el sector corporativo parece no haberse dado cuenta todavía y copia fielmente el modelo que el colegio ha impuesto hace ya demasiado tiempo.

Más aun, si queremos entender como aprendemos las personas, primero necesitamos entender como funciona la mente: Las personas tenemos objetivos y nuestra mente está organizada para buscar la satisfacción de dichos objetivos. Cuando tratamos de lograr algo que nos interesa, nos basamos en nuestra experiencia para que nos ayude. Esa experiencia previa es lo que denominamos un "caso". Cuando enfrentamos una situación nueva y debemos decidir cómo manejarla, buscamos en nuestra memoria aquellos casos que más se parezcan a la situación actual de manera que nos sirvan como guía. En un mundo perfecto, somos capaces de encontrar casos casi idénticos a la situación que estamos viviendo de forma que conocemos casi cada detalle de lo que necesitaremos hacer. Hemos hecho eso mismo con anterioridad y por tanto, sabemos cómo actuar, qué debemos hacer.
Pero a veces las cosas no suceden tal y como esperamos. Lo que hacemos en ese momento es tratar de explicarnos por qué nuestras expectativas sobre lo que debía pasar fallaron y a partir de ahí construir un nuevo caso. Construimos nuevos casos cada vez que los casos antiguos dejan de ser útiles para explicarnos la realidad y a medida que vamos envejeciendo, vamos acumulando miles de casos que nos permiten reconocer situaciones que hemos vivido anteriormente y que nos proveen de información sobre qué debemos esperar. La mente se convierte por tanto en una biblioteca de casos que refleja ni mas ni menos que lo que hemos vivido y experimentado a lo largo de la vida. Cuantas más experiencias acumula una persona y más hábilmente las ha indexado, más inteligente se vuelve. Aprender consiste en integrar casos nuevos en el lugar adecuado dentro de tu biblioteca de casos personal.

En esto consiste el aprendizaje natural, esta es la forma como aprendimos desde niños y la razón por la que no se nos ha olvidado caminar, hablar o lavarnos los dientes. Cualquiera que tenga niños sabe que aprenden persiguiendo objetivos que les interesan a ellos, están motivados y aprenden a base de cometer errores y recuperándose para hacerlo mejor la próxima vez. Obviamente los padres siempre entienden que este proceso es imprescindible para aprender. ¿Cómo es posible que sin saber hablar, sin saber leer ni escribir, sin un profesor, sin sentarse en un aula, sin estudiar, sin hacer exámenes, un niño de 1 año aprenda todos los días infinidad de cosas? Sobre todo, juegan mucho, se divierten, lo pasan bien, no saben que aprenden, no son conscientes y tienen objetivos (hablar para comunicarse, andar para explorar sitios, etc). Son auténticas máquinas de aprender: ¿Alguien ha visto un niño deprimido por sus errores y que ha decidido dejar de intentar aprender a andar o hablar?

A finales del año 2006, nos propusieron ayudar a un colegio crítico situado en una zona bastante deprimida de Santiago y que atravesaba serios problemas: Niños que se vivían en entornos de droga, violencia, maltrato y desde luego con nulo interés por la educación y sobre todo por su propia educación. Nuestra propuesta fue un proyecto radicalmente distinto de lo habitual y de lo que todos esperaban: Dar todo el protagonismo a los niños para lo que nos inventamos un proyecto ficticio en el que iban a trabajar y desarrollar diversas tareas durante 4 semanas. Para cada tarea, debían entregar un "producto" que era revisado por los tutores quienes le entregan su feedback y les pedían modificaciones o les permitían avanzar.
En concreto, lo que hicimos fue, proponer a un periódico real, La Nación http://www.lanacion.cl inventarnos un Blog que denominamos Los Navíos Online. Seleccionamos 30 alumnos de 6º, 7º y 8º del colegio y los invitamos a una cena en un restaurant donde los dividimos en 5 grupos de periodistas investigadores de ese Blog y les planteamos un Desafío: Valparaíso corre el riesgo de perder el título de Patrimonio cultural de la Humanidad que asigna la UNESCO. Para evitar esta catástrofe, el Director del Blog, a petición del Director del Periódico, les encomienda la Misión de preparar una serie de reportajes a 5 oficios que se desarrollan en el Puerto de Valparaíso: Marino de Guerra, Inspector de Aduanas, Estibador, Mecánico de buque y Operador de grúas. Sin embargo, lo crucial del proyecto eran las habilidades que queríamos que estos chicos desarrollasen: Trabajar en equipo, Resolver conflictos, Expresar y comunicar las opiniones, ideas, sentimientos y convicciones propias, con claridad y eficacia, Manejar la tecnología, Desarrollar la autoestima, Planificación o Selección de información. En definitiva, habilidades que les permitiesen enfrentar la complicada vida que les esperaba por delante.

El plan de trabajo que preparamos para esas 3 semanas se centró en actividades como:
Actividad 1: Diseñar el blog de su equipo para lo que les enviamos un experto en Blogs a ayudarles. Al día siguiente, no solo cada grupo tenía su blog sino que varios niños habían diseñado el suyo personal.
Actividad 2: Conocer en detalle cómo trabaja un periodista, cómo investiga y recopila información, cómo se prepara un cuestionario, cómo se realiza una entrevista. El producto resultante consistía en diseñar el guión de la entrevista que harían a su personaje. Les enviamos un periodista para que les apoyase con cada una de estas tareas.
Actividad 3: Planificar una reunión con el oficio que les fue asignado en Valparaíso, llevarla a cabo y documentarla (video, grabadora, fotos).
Actividad 4: Preparar su reportaje en el blog, presentarlo y defenderlo ante el director del Blog y sus compañeros
En paralelo, agendamos diferentes actividades cómo por ejemplo visitas al Diario La Nación y al canal del Televisión Chilevisión para conocer en primera persona el trabajo de un peridista/investigador así como reuniones semanales de retroalimentación con sus Tutores.
El evento de cierre del proyecto se llevó a cabo en una cena en el palacio presidencial de La Moneda donde cada grupo expuso el resultado de su trabajo. Además de conocer en palabras del director y de varios profesores que durante la duración del proyecto, el colegio estuvo absolutamente revolucionado por estos 30 muchachos que andaban circulando por todas partes, hubo un acontecimiento que justificó y dio sentido a todo el esfuerzo realizado: Cuando se les preguntó a los niños que evaluasen qué les había parecido la experiencia, hubo varios que dijeron que había sido la mejor experiencia de su vida. No del colegio sino de SU VIDA. ¿Han escuchado esto alguna vez de boca de un niño?

"Tienes 5 minutos para construir un puente que sea suficientemente alto y ancho para que pase una mano, robusto como para soportar el peso de un objeto y estable para que no se caiga al empujarlo suavemente". Así comenzó el primer taller de LEGO Serious Play al que asistí. Lo que ocurrió durante ese breve lapso de tiempo fue un fenómeno verdaderamente impactante. De repente, el hecho de tener un objetivo que cumplir provocó una revolución imparable porque exigía pasar a la acción y abandonar el cómodo rol de alumno que escucha y toma apuntes. A nada que el desafío que te plantean sea creíble, el objetivo a alcanzar te interese, sea abordable y pertinente, haces materialmente lo que sea para conseguirlo. No falla. El primer impacto drástico es que ese desafío te obliga a pensar profundamente, a hacer un esfuerzo descomunal de reflexión que no es nada habitual en la mayoría de sesiones de formación. Como sucede con los coches, se produce una brutal aceleración de 0 a 100 en 2 segundos. ¿Qué puente hago? ¿Qué piezas tengo? ¿Por donde empiezo? ¿Qué piezas encajan? Las preguntas se suceden como un torbellino incontrolable. El segundo impacto radica en construir, en materializar con las manos las posibles ideas teniendo en cuenta que en la mayor parte de los casos, son las manos las que trabajan autónomamente sin un plan preconcebido. Resulta muy complicado planificar y sin embargo resulta bastante natural dejarse guiar por lo que las manos van haciendo a su libre albedrío. El tercer impacto, ya definitivo, consiste en verbalizar, en contar una historia que explique lo construido y trate de justificar porque se ha hecho lo que se ha hecho de esa manera y no de otra y qué posibles significados puede tener la obra de arte resultante.
En este taller se cumplían 3 criterios esenciales para aprender: 1. Hacer (pensar y construir) 2. Cometer errores y 3. Contar historias (explicar lo que has hecho que es la mejor manera de aprender). Por si fuese poco, resultaba imposible no participar, no aprender, ya que todos tienen que construir.
Dadle un problema que resolver a un ingeniero, un caso interesante a un abogado o un paciente complicado a un medico y veréis lo que ocurre: Inmediatamente se ponen en acción para superar el obstáculo y muchas veces no pueden parar hasta conseguirlo. El impulso de aprender es tan potente como el impulso sexual. Se puede lograr que la gente quiera aprender, se les puede seducir pero hay que pensar desde otra óptica. En un curso normal, no estás acostumbrado a hacer grandes esfuerzos, no hace falta pensar demasiado. En el taller de repente nos vimos involucrados en desafíos que se nos planteaban y que estaban directamente relacionados con cada uno de nosotros. Era un proceso personal e intransferible. La reflexión profunda lleva al aprendizaje profundo. El segundo desafío que me plantearon fue construir a mi peor cliente en 10 minutos. Imaginaos la intensidad del proceso…
En el evento Renacer http://www.infonomia.com/renacer/07 que organiza Alfons Cornella el 5 y 6 de julio en Barcelona estaremos precisamente haciendo un mini Taller con LEGO.

Ya es hora de que volvamos a aprender como cuando éramos niños: Jugando. Aprender puede y debe ser divertido. No existe nada más serio para aprender que jugar. Tal vez la frase de Descartes se haya quedado ya, a estas alturas, demasiado corta.

 
 

ADMISSION AND STANDARDS IN AN ONLINE PROGRAM
Roger Schank, CEO Socratic Arts
roger@socraticarts.com

 

When I first presented the idea of offering Master's programs online, explaining the potential numbers and market involved, the provost of Carnegie Mellon quipped that maybe we should put up golden arches over the campus that said over a million served. I didn't and do not see this as all that far-fetched, and it does bring to light some significant issues.

The first issue is that of standards. The second is that of maintenance of quality. The third is that of brand name. I will discuss these in order.

Every academic institution is concerned with standards. We don't take just anyone into our esteemed institution - you have to work hard to get in. Parents of college bound students obsess about the grades and test scores of their progeny for this reason. Everyone admires those who get into Harvard and Yale for this reason. How competitive a university is remains a big part of how it is perceived. U.S. News and World Report regularly ranks universities using average SAT scores of entrants as an important factor. When I suggested eliminating SAT's as an admissions critierion at Northwestern, I was told that this would severely affect the rankings and therefore could not be considered.

For these reasons, universities consistently concern themselves with how hard it is to get into their schools. A certain number of places need to be filled in every entering class, and it is a luxury to be able to reject applicants. It is a lot easier to get into some graduate programs at Harvard than others. It depends on how many are applying and how good the competition is. There usually is no absolute standard. It is simply a competition amongst those who meet the minimum standards.

When is comes to online education, one of the key variables has changed. The number of freshmen admitted into Harvard is determined by issues such as available dorm space, available classroom space, and available faculty. Harvard has convinced itself that only so many people should get into Harvard because it likes the kind of institution that creates. They could easily triple in size without causing quality to decline, but they don't want to do that. That is their decision, but that decision has its consequences, and these need to be discussed.

I was asked to join the Board of Editors at Encyclopedia Britannica ten years ago. Everyone else was about eighty years old. I was the computer guy in a room of people who had never used a computer. The Board believed that the Encyclopedia was just the right size. They worked on determining what was in and what was out. That was their job. I asked the Board if they would consider quadrupling the size of Encyclopedia if it made it no harder to produce or deliver and there were no negative financial consequences. They looked at me horrified, and said that it was just the right size now, and that they would never do such a thing. I told them the Encyclopedia would be all but dead in a few years then. The Web barely existed at that time, but it was clearly on its way.

A similar thing is happening with online education. Why not let everyone who applies in? There are no dorm rooms to worry about, and no class size or classroom issues. Faculty need not be tenured. In fact, they can and should be drawn from the best practitioners in the world. When location has no meaning in education, a lot of things change.

A university can imagine that its faculty are the best and that increasing its size would decrease its quality, but, especially in a practical field, in Master's programs, this is unlikely to be the case. Would-be practitioners are often best taught by current practitioners. Notions like clinical faculty and teaching hospitals exist in medical schools and other professional schools for a reason. The academics are not necessarily the best in practice. The size of the student body should be a function of the number of available mentors drawn from people who have practiced or are practicing the skills being taught.

So, who should be admitted? Anyone who can do the work, is the obvious answer. But, it should come as no surprise that not everyone who applies is equally prepared. In a teamwork based program, this can have serious consequences. On the other hand, in the real world, not every team member is equally prepared or equally skilled either. Dealing with such issues is part of how we learn to function in a field.

We have decided to admit anyone who has demonstrated sufficient experience and skills. For those for whom we cannot make this judgment, we have devised the pre-MSIT program. This program has three flavors. Working backwards, we have a short course one can sign up for. If a student succeeds at that course, if he or she can deliver the product that we teach him or her to build, then that student is admitted into the MSIT program of their choice. If the student is not ready for that course, we have a course that prepares him or her to handle it. And, if a student really know nothing about computer science, we have devised a full year program, the successful completion of which will qualify him or her for admission into the one year MSIT program. To put this more simply, there is a two year MSIT program that anyone who has a college degree can get into.

Why a college degree, you might ask? Simply because Carnegie Mellon is not ready to relax that requirement. Of course, I do not see why there should be any such requirement at all.

Maintenance of quality that is the issue, not admissions. We should concern ourselves with the quality of the output, not the quality of the input. A school should not brag about how hard it is to get in, but how hard it is to get out. The job of the faculty is to teach, after all. There probably is a point where one cannot find sufficient numbers of people who can mentor students and thus produce quality output. We have not yet met that point, however.

This leads to the issue of branding. What happens if thousands of people have Carnegie Mellon software engineering degrees? Wouldn't they suddenly be worth a lot less on the open market? This is an odd question for a university to ask, as it is simply an issue of supply and demand, and ought not concern to a major university as long as people want to sign up for the degree program. But, it does get asked.

To put this another way, Harvard likes it, in a deep way, that very few people can get into Harvard. Having a Harvard degree is seen as something special. This elitist notion seriously harms education in general, however. If Carnegie Mellon can teach many more people to be good software engineers, then an obvious consequence of this is that the world's software systems are more likely to work. Banks will function better, space shuttles will launch, airplanes will be less likely to collide, and so on. In a world so dependent on computers, isn't it a good idea to make as many highly qualified software practitioners as possible? It makes me crazy that this question is asked. It is clear why it is asked. Places like Harvard don't see it as their mission to better educate the world. If everyone had a high quality education, might business be more ethical, might there be less terrorism, might politicians be more effective? It sure couldn't hurt. Universities need to change their view on this. Online education has the power to make the world a better place if universities stop thinking about brand name and start thinking about their role in the larger world.

 
 
 

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