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Somos nuestro pasado
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
 

 

“El hombre es hijo de su pasado, mas no su esclavo, y es padre de su futuro” (Viktor Frankl)

Tengo grabada en mi memoria una imagen de cuando era pequeño: cada vez que pasaba caminando por delante de un caserío (casa rural en el País Vasco) surgía por sorpresa un perro ladrando y corriendo hasta que la cadena que lo ataba a un poste lo frenaba en seco. Aquellos perros ejercían su función de vigilancia a rajatabla, pero pasaban su vida amarrados a una cuerda. Fueron bastantes los sustos que me llevé hasta que aprendí a predecir su aparición. Una amiga que vive en un apartamento en medio de la ciudad tiene 3 hijos y perro. Su mascota pasa bastante tiempo sola entre las paredes de la vivienda esperando a que lleguen sus amos para jugar con ellos, recibir muestras de cariño y ojalá salir a dar un paseo por el parque (donde debe ir convenientemente atado). Los perros domésticos tienen una vida plácida, segura pero aburrida: saben que no les faltará comida y que, en caso de enfermedad, sus dueños se desvivirán por asistirlos. A cambio entregan lealtad a toda prueba. Los perros callejeros optan por una vida mucho más arriesgada. Sacrifican la seguridad de un hogar y el sometimiento a un dueño en aras de ser fieles a su libertad. A cambio, tienen que pagar el precio: la comida nunca está asegurada, los problemas de salud se los tienen que resolver por sí mismos y en caso de sufrir ataques, no tienen quien les proteja. Actuar como perro doméstico es más práctico e inteligente, actuar como un can callejero es mas emocionante.

No descubro nada al afirmar que somos nuestro pasado y no podemos ser otra cosa. Si hago recuento de mi trayectoria (y pido disculpas por la autorreferencia, pero es la experiencia que mejor conozco), compruebo que he vivido en 4 países y en 8 ciudades, asistí a 4 colegios y he desempeñado 7 trabajos en 7 organizaciones diferentes. Por supuesto, ese hecho no me hace ni mejor ni peor que nadie, pero lo que es seguro es que, si hubiese vivido en la misma ciudad y el mismo país, asistido al mismo colegio y trabajado en la misma empresa, sería una persona diferente. En ese caso, mi historia de vida y mi experiencia sería distinta y, como resultado, yo sería otra persona.
El presente tiene una relación directa con el pasado por una razón muy simple: Hoy solo puedes hacer aquello que aprendiste anteriormente. En Kill Bill Volumen 2, película de Quentin Tarantino, Uma Thurman llega a un monasterio a aprender de un legendario maestro de artes marciales. El monje le demuestra cómo atravesar una gruesa tabla de un puñetazo y le ordena que practique hasta que lo consiga. Durante el extenuante entrenamiento, la nueva pupila se rompe los nudillos, sangra y sufre enormemente. Más adelante en la película, la protagonista es enterrada viva pero inconsciente en un ataúd de madera y cuando despierta, se da cuenta de que la única manera de salir con vida es rompiendo el ataúd a puñetazos (lo que consigue mientras suena música de Morricone). Aprender es todo lo que haces antes de tener un problema y te exige motivación, sacrificio, constancia, tiempo y mucha práctica. Eso es justo lo que Uma hace desde que llega al monasterio para aprender a romper la madera con el puño. Gestión del conocimiento es lo que haces cuando tienes el problema y es inmediato (es lo que le ocurre cuando se encuentra sepultada). Si llegado el momento no tienes conocimiento, no puedes resolver el problema (sobrevivir) y en ese caso mueres. Pero claro, para tener conocimiento, anteriormente has tenido que dedicar un colosal esfuerzo a aprender ya que no hay conocimiento sin aprendizaje previo. El saber solo llega como consecuencia de aprender.
¿Por qué es importante el pasado en términos de gestión del conocimiento? Porque somos lo que hemos aprendido. Todo lo que hacemos, nos resulta posible porque forma parte de nuestro pasado. Y eso nos permite que, llegado el momento y si no lo olvidamos, lo podamos aplicar. Al mismo tiempo, no podemos hacer aquello para lo que no tenemos conocimiento porque no pertenece a nuestro pasado. Nunca lo aprendimos. Eso mismo que ocurre en el caso de las personas, aplica para las organizaciones. Si, por ejemplo, tu empresa carece de conocimiento para innovar, le resultará imposible hacerlo a menos que lo aprenda. Elemental.

El presente se convierte inmediatamente en pasado, deja de existir en cuanto terminas de pronunciar la palabra. Y sin pasado, ya no eres tú. La pregunta clave es: ¿Cuanto sabes de tu pasado? No me refiero a si eres capaz de recordar tu historia y los principales acontecimientos de tu existencia. Estoy hablando de tu vida como cúmulo de aprendizajes, como bagaje de conocimientos. Cuando compartimos con amigos, intercambiamos continuamente anécdotas de nuestro pasado. Dedicamos mucho tiempo a hablar con nosotros mismos recordando los principales episodios de nuestra vida. Pero rara vez pensamos en términos de lo que hemos aprendido. Siempre que construimos el mapa de conocimiento individual en un taller, pregunto a los asistentes: “Respóndeme con un verbo: ¿A ti, por qué te pagan?” Las caras de estupor son inenarrables porque se ven enfrentados a una interrogante sencilla pero que nunca se habían planteado. ¿Qué haces? (procesos) ¿Qué sabes para hacer lo que haces? (conocimiento) ¿Cómo lo adquiriste?
La sociedad del conocimiento nos exige ser muy conscientes de lo que sabemos y del valor que tiene ese conocimiento porque se ha convertido en la principal moneda de cambio, en el petróleo de nuestra era. Tu empresa te contrata porque tienes conocimiento valioso para su negocio y te desvincula cuando tu conocimiento ya no es importante. Si no eres plenamente consciente del conocimiento que tienes, no puedes gobernar tu destino de forma inteligente. Hemos mutado de la fuerza bruta a la inteligencia bruta. Una vez que logramos hacer máquinas que nos superan en fuerza, todos nuestros desvelos están puestos de hacer máquinas más inteligentes que nosotros. La automatización no es otra cosa que transferir a las máquinas el conocimiento que tenemos las personas. Pero no olvidemos que son las neuronas las que dan las órdenes y los átomos los que obedecen. Incluso en el caso de los artesanos o los agricultores, todo lo hacemos con la cabeza.

Ahora bien, aunque somos el resultado de nuestro pasado, lo único que tenemos por delante es el futuro. No existe otra cosa porque, si bien es cierto que solo podemos disfrutar el presente, este es efímero por definición. El futuro está condicionado por nuestro pasado. Pero eso no significa que esté escrito ni sentenciado. El futuro se construye y nadie puede hacer ese trabajo por ti. El conocimiento que tienes te indica cuál es tu punto de partida, pero es aquí donde entra el otro elemento fundamental: la capacidad de aprender. El futuro nunca es una proyección exacta o automática del pasado. Tú eliges: si no quieres aprender nada nuevo puedes optar por reutilizar lo que ya sabes (lo que en una época en que el conocimiento se duplica cada pocos meses y las máquinas amenazan con sustituirnos, es casi un suicidio profesional). O bien escoges aprender lo que no sabes y crees que podrá abrirte puertas al futuro. Es cierto que lo mejor que tenemos para predecir y construir el futuro es nuestro pasado: Yo no sé si mañana amanecerá, pero sí sé que, hasta ahora, ha amanecido todos los días de mi vida. Cuando pienso que las cosas pueden ser diferentes, tengo capacidad de aprender y lo combino con el conocimiento que atesoro, estoy en disposición de crear conocimiento e innovar.

Por eso, el futuro depende de lo que haces hoy (si quieres adelgazar no puedes esperar a mañana). Y lo que haces en el presente solo se explica a partir de lo que has aprendido en tu pasado. Solo nos queda aprovechar el presente, usar lo mejor posible nuestra historia y asegurarnos de convertirla en “pasado útil” de forma que nos ayude a tomar buenas decisiones y anticipar el futuro. Rara vez hacemos el ejercicio de rescatar lo que hemos aprendido del pasado para reutilizarlo. Tu pasado explica tu vida. Es peligroso quedarse anclado en el ayer y vivir mirando por el retrovisor. Ahora bien, vivir el futuro por anticipado cuando estamos en el presente también acarrea numerosos riesgos. Nuestra vida transcurre cada vez más deprisa. Estamos perdiendo progresivamente la paciencia, queremos las cosas aquí y ahora, y vivimos con la mente pensando en la siguiente actividad mientras nuestro cuerpo todavía está ejecutando la tarea actual y eso nos conduce a una disociación peligrosa. Fue en el colegio donde comenzamos a experimentar con esa dualidad: estábamos físicamente presentes en el aula, pero mentalmente ausentes. La realidad compleja e impredecible nos exige concentración, prestar atención profunda. Pero la vida acelerada nos lleva a la multitarea y a la atención superficial. Nos encontramos permanentemente en un estado de dispersión que impide la reflexión. Tanta información resulta indigerible y no nos está volviendo ni más inteligentes ni más felices. La información y la tecnología están creciendo más rápido que nuestra capacidad para absorberlas. Si usamos la metáfora gastronómica, por mucha comida a la que tengas acceso, el limite siempre está en tu capacidad de masticar, tragar y digerir.

Conclusiones:
“Aprender del pasado para mejorar el presente y anticipar el futuro” Con esa sencillez y precisión define la gestión del conocimiento una empresa eléctrica con la que trabajamos. Solo podemos aprender de lo que ya pasó, pero no de lo que todavía no ha sucedido. Al ritmo al que cambia la sociedad, incluso el pasado caduca rápido. Ante cambios tan fulgurantes, los ciclos de vida del conocimiento son cortos. Y perder conocimiento, aunque muchas empresas no se den cuenta, cuesta dinero. Lo que ayer te hacía triunfar, mañana te puede conducir a la ruina. La única solución consiste en aprender de forma continua. El presente no es la proyección directa del pasado sino su consecuencia. El futuro no será la copia automática del pasado y del presente sino lo que decidas hacer a partir de lo que aprendas. El pasado no te persigue, pero te influye y te determinará mientras no aprendas cosas nuevas y te liberes de él. Si no te gusta tu presente, puedes encontrar la explicación en tu pasado. El pasado es el que produce conocimiento mediante el aprendizaje. El futuro sin conocimiento no existe, no es más que un sueño. Hoy eres lo que has aprendido y sobre eso ya no puedes hacer nada (ya pasó). Solo te queda aprender hoy, generar nuevo conocimiento que te sirva para diseñar tu mañana. Para planificar tu futuro solo tienes 2 ingredientes: tu conocimiento presente (lo que sabes) y lo que aprendas. El futuro es conocimiento.

El 11 de octubre en Medellín (Colombia) participaremos en el XIII Encuentro Internacional RECLA “Educación Continua y Desarrollo Sostenible” organizado por la Red de Educación Continua de LATAM y Europa y la Universidad Pontificia Bolivariana con el taller “Innovación Educativa y Gestión del Talento Humano”.
El 18 de octubre estaremos en la Municipalidad de San Antonio impartiendo una conferencia sobre Organizaciones inteligentes.
El 9 de noviembre en Santiago participaremos en la XI Jornada Internacional Aprendizaje, Educación y Neurociencias, organizada por la Fundacion Cien con la conferencia “La Educación a través de los ojos de un niño”.

 
 
 

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