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¿Hay algo más importante que la educación?
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl

 

… lo que sabe hacer, no lo enseñan en la escuela, es materia superior …
Uva de la vieja parra (El Último de la Fila)

Imagina que nos situamos en diciembre de 1909, hace exactamente un siglo. Trata ahora de elucubrar cómo era la vida en aquella época no tan lejana (mi abuela nació por esas fechas). Piensa cómo funcionaba la salud, el transporte, los medios de comunicación, el sector militar, la alimentación, el ocio o la vivienda en aquellos tiempos. ¿Serías tú capaz de vivir hoy en día con esas "comodidades"? Un servicio de salud entregado con aquellos estándares, un vehículo fabricado con las técnicas de esa época o un ejército con el armamento de aquel entonces sería simplemente impensable para nosotros. Por suerte, todos esos ámbitos de la sociedad han vivido transformaciones radicales en sus procesos de producción, fruto del progreso de la ciencia y de la mano de la tecnología en la mayoría de ocasiones. Sin embargo, y parafraseando el inicio de cada uno de los libros de la antológica serie de Asterix, existe una "industria" poblada por irreductibles galos que resiste todavía y siempre al invasor: La educación. ¿Cómo aceptamos que la educación que recibimos sea el único servicio que se diseñó hace varias generaciones atrás?

El actual sistema educativo que nos atormenta se diseñó para un mundo muy distinto al que conocemos: Un mundo predecible, que cambiaba muy lentamente, donde solo una elite tenía acceso a la educación y el destino del resto de los mortales estaba abocado a alimentar la cadena de producción. Para reflejar lo desalineados que están los procesos educativos con el mundo en el que vivimos, se suele recurrir muchas veces a la siguiente analogía: Si tomásemos a un cirujano o un maquinista de tren de hace 100 años y los colocásemos en un quirófano o a los mandos de un tren actual, no sabrían qué hacer, no entenderían gran cosa, estarían perdidos e imposibilitados de actuar. Si tomásemos sin embargo a un profesor de esa misma época y lo introdujésemos en una sala de clases de cualquier colegio o universidad del mundo, inmediatamente reconocería la situación y en cuestión de segundos sería capaz de seguir desempeñando su profesión de forma natural.

Con la educación pasa lo mismo que con el futbol, los resultados que obtiene el primer equipo dependen en gran medida de la materia prima que "producen" las categorías inferiores. La sociedad que tenemos y la crisis que vivimos hoy son consecuencia directa de la educación de que nos hemos dotado. Debiese resultar intolerable que no sea posible encontrar hoy ninguna persona que opine que la educación funciona de manera excelente. Los profesores están deprimidos, los niños aborrecen el colegio y no quieren estudiar y los padres están mayoritariamente desbordados y decepcionados. De los políticos mejor nos ocuparemos en otro momento. Sin embargo, estoy convencido que tenemos los mejores alumnos y profesores que hemos tenido a lo largo de la historia y también la mayor riqueza de recursos, contenidos e infraestructuras. No tiene ningún sentido hacer caso de los resultados de las diferentes pruebas internacionales porque absurdamente tratan de medir la calidad de la educación con números. Entonces, ¿Dónde radica el problema? Muy simple, el modelo de sistema educativo que tenemos no sirve si lo que pretendemos es educar emprendedores, innovadores, ciudadanos autónomos y democráticos. Si queremos escapar de este callejón sin salida en el que llevamos ya muchas décadas, no tenemos otro camino que repensar la educación. Y el tema no es nada sencillo.
Todo parece indicar que la educación nos va a acompañar durante mucho tiempo por una razón esencial: Los seres humanos, al contrario que el resto de animales, necesitamos varios años de acompañamiento antes de ser autónomos. Para facilitar ese tedioso y largo proceso es que el hombre inventa la educación formal (colegio y universidad), un concepto artificial que se basa en una serie de pilares, la mayor parte de los cuales han resistido incólumes el paso del tiempo y siguen plenamente vigentes: Títulos, asignaturas, horarios, aulas, profesores, cursos, exámenes, notas, etc. Por si fuese poco, en nuestra venerada sociedad del conocimiento y la innovación, el principal factor de producción del conocimiento es la educación. Si el modelo que tenemos hace tiempo que naufraga y no es capaz de satisfacer a nadie ¿Qué podemos hacer? Lo cierto es que para cambiar la educación, no existen atajos, no sirve hacer lo mismo pero más rápido, con más dinero, con más tecnología o con mejores profesores. De esa forma solo estamos dando pedales cada vez más rápido pero en la dirección errónea, lo que nos aleja sistemáticamente del objetivo. El problema con la educación es mucho más profundo. Para cambiar la educación hay que empezar a cuestionarse desde lo más básico: Qué es educar, Para qué educar, Como educar, Quienes participan, Cuál es el rol de las TICs, Cuál es el rol de los profesores, de los padres y de la sociedad en general, Cómo debe ser la institución que guie ese proceso, etc.

Paradójicamente, no hay nada más fácil que innovar en la educación precisamente porque está todo por hacer. Los 2 cambios más decisivos que hay que efectuar con suma urgencia ocurren dentro del aula y los he mencionado anteriormente: 1. Qué aprenden nuestros hijos y 2. Cómo lo aprenden. De esos 2 cambios, el segundo es complejo y de largo aliento porque implica reeducar a casi todos los involucrados con la educación y exige derribar algunos intereses que no van a permanecer de brazos cruzados. Pero el primero de ellos, además de ser posiblemente el que más impacto tiene, es bastante más fácil de implementar. Solo exige pensar las cosas de otra manera: Empezar a diseñar desde el final, comenzar por decidir qué resultados queremos obtener (que esperamos de las personas cuando sean adultas) y no diseñar desde los medios con que contamos hoy (las asignaturas que siempre se han enseñado, lo que saben los profesores que tenemos, los libros escolares que ya están impresos, etc.). Es evidente que tenemos un problema grave cuando los curriculums académicos apenas han sufrido variación en el último siglo. Si la razón por la que educamos a las personas es para prepararles para afrontar la vida que les espera, es increíble comprobar cómo seguimos tratando de enseñar cosas absurdas y al mismo tiempo, seguimos dejando de lado los elementos que todos sabemos son fundamentales para vivir.

Con una cierta regularidad, suelo someter a un grupo de unas 300 personas a un experimento muy sencillo: Les formulo por mail alguna pregunta relacionada con los ámbitos de la gestión del conocimiento y el aprendizaje y les pido que me den su opinión. Posteriormente tabulo y analizo las respuestas y las comparto con todo el grupo que incluye desde estudiantes, jubilados o amas de casa hasta Presidentes y Gerentes Generales, Gerentes de RRHH, Comerciales y de Operaciones, vendedores, consultores, jefes de proyecto, académicos y profesores pertenecientes a organizaciones del ámbito de la Banca, Telecomunicaciones, Utilities, Retail, Salud, Instituciones Públicas, Fuerzas Armadas, etc. de países como Argentina, Chile, España y USA. La primera pregunta que les formulé, hace ya más de 3 años, fue la siguiente: ¿Cuáles son, según tu criterio, los 5 elementos imprescindibles para vivir y trabajar en la sociedad del conocimiento? Es decir, aquellos elementos fundamentales para que una persona se desempeñe adecuadamente, no solo en el ámbito laboral sino también en el personal. Este es el resultado de los 15 elementos que escogieron como los más importantes:

TOP 15
1. Inteligencia Emocional  49,3
2. Adaptación al cambio/flexibilidad  38,7
3. Trabajo en equipo y colaboración  38,7
4. Manejo de tecnología  34,7
5. Networking/creación de redes  29,3
6. Aprendizaje continuo (aprender a aprender, autoaprendizaje)  25,3
7. Idiomas  25,3
8. Capacidad de analizar información  22,7
9. Motivación/Iniciativa/Proactividad  21,3
10. Emprendimiento/Curiosidad/Riesgo  20,0
11. Capacidad de comunicación  18,7
12. Respeto/Tolerancia/Comprensión de la diversidad  17,3
13. Formar familia/Desarrollo de los afectos  13,3
14. Constancia/Perseverancia  10,7
15. Creatividad  9,3

Lo primero que me llamó poderosamente la atención fue que casi el 50% escogió la Inteligencia Emocional como el elemento primordial. Y lo segundo que queda en evidencia (y esto no me sorprendió en absoluto) es que por ninguna parte aparecieron las asignaturas tradicionales que forman el currículum educativo: Matemáticas, Física, Historia, Lenguaje, Química, etc.
Mi objetivo con este ejercicio era muy simple: Me proponía identificar aquellos elementos que, quienes vivimos y trabajamos en la sociedad actual, consideramos como fundamentales y comprobar al mismo tiempo si el sistema educativo está alineado con esos mismos elementos. Buscaba comprobar cuanto se parece el currículum educativo que se imparte en las aulas a lo que luego les espera a nuestros jóvenes cuando salgan al "mundo real". Por ejemplo, si mayoritariamente consensuamos que el Trabajo en equipo, la Inteligencia Emocional o la Flexibilidad son competencias esenciales, quería comprobar lo siguiente:

1. Para el sistema educativo, ¿Estas competencias son una prioridad en sus curriculums?
2. ¿Existe la asignatura de Inteligencia emocional? ¿Debería existir? Y en ese caso, ¿Qué asignaturas deberíamos eliminar para dejarle sitio?
3. ¿Se puede enseñar la Inteligencia emocional? Y si el sistema educativo no la provee, ¿Cómo lo aprendemos entonces?

Hace 1 mes tuve la fortuna de participar en el ITWorldEdu en Barcelona, un magnífico evento donde confluían tecnología y educación. La misma pregunta que hice por mail 3 años antes sigue vigente: ¿Tiene sentido hacer tantos esfuerzos con la web 2.0, wikies, twitter, you tube, wave, pizarras digitales … si seguimos enseñando las mismas materias inútiles? ¿Cómo nos puede sorprender que nuestros niños y alumnos no sientan absolutamente ningún interés por lo que ocurre dentro de las aulas? ¿Será que TODOS ellos son unos irresponsables? No, la culpa no es de ellos (tampoco nosotros éramos diferentes cuanto estábamos en el colegio), la culpa es nuestra.
Durante la última semana, profesionales de distintos ámbitos (periodistas de reconocidos medios de comunicación, responsables de RRHH de empresas de energía de toda Latinoamérica y destacados abogados) me hicieron idéntica confesión: Los jóvenes egresados de la universidad que ingresan a sus organizaciones no saben prácticamente nada y necesitan invertir 2 años para lograr que empiecen a ser productivos.
Os propongo que os asoméis a los curriculums del colegio o universidad de vuestros hijos y comprobéis que relación guarda con lo que realmente resulta indispensable para vivir. Cuando veo el curriculum del colegio en qué estudié hace casi 3 décadas, compruebo para mi desgracia que permanece prácticamente inalterado. ¿Cuántos de vosotros utilizáis las integrales, la lista de los reyes godos o la tabla de los elementos en vuestro trabajo diario?. Poner el curriculum actual bajo el microscopio, hacer un análisis crítico y rediseñarlo para que sea representativo de los desafíos y realidades que nos preocupan en pleno SXXI es una tarea ineludible y relativamente sencilla. Basta que decidamos qué queremos ser, qué sociedad queremos construir, qué tipo de ciudadanos deseamos para habitarla y conducirla. Por ejemplo, el pequeño reino de Bután ya estableció su norte, decidió qué quiere ser, qué es importante para ellos y qué resultados le interesa alcanzar: La felicidad interna bruta.

Entonces, ¿Qué tienen que aprender los niños? La pregunta más bien es qué tienen que ser capaces de hacer para funcionar en el mundo actual porque de lo que se trata precisamente es que sean capaces de hacer y no de saber. Si colocas la palabra" saber" en esa pregunta (que deben saber los niños), lo que aparece es una lista interminable de cosas inútiles. Saber es necesario pero no suficiente. El curriculum que tenemos no es fruto de la casualidad: Hoy no enseñamos lo que es importante sino aquello que es fácil de medir en un examen que es una atrocidad. No os quepa duda que es mucho más fácil evaluar un problema de matemáticas que la capacidad de ser empático de una persona o la creatividad de un equipo.

No hay nada más importante que la educación. Hay varias cosas imprescindibles para sobrevivir: Si no comes, obviamente te mueres. Si no duermes, está comprobado que te mueres. Pero si no te educas, también mueres. Si no eres capaz de aprender lo que significa un semáforo en rojo, si no distingues una seta venenosa de una que no lo es o si no aprendes a nadar, tienes muchas posibilidades de perder la vida. Eres lo que has aprendido y serás lo que seas capaz de aprender en el futuro. Si el mundo cambió drásticamente y nos resulta inconcebible vivir como lo hacían nuestros antepasados a comienzos del SXX, entonces debiese darnos vergüenza que nuestra educación siga anclada en esquemas propios del subdesarrollo.

¿Cuál es tu respuesta a la pregunta que da título a esta columna? Si estás de acuerdo, entonces me interesa conocer tu respuesta para estas otras 2 ¿A qué demonios estamos esperando para cambiar? ¿Cuándo nos vamos a tomar definitivamente en serio la educación?


 
 

Trabajo Colaborativo y Comunidades de Práctica
en la Gestión Pública

Marcelo Lasagna, Gerente Sector Público de Catenaria
mlasagna@catenaria.cl


En el mundo de la gestión pública se está entendiendo cada vez más que la cooperación es un requerimiento necesario para la creación de valor. Desde David Ricardo se ha exaltado la ventaja competitiva como el atributo desde el cual las naciones y luego las organizaciones podían alcanzar resultados positivos en sus cuentas. Ello llevó a que las empresas y las organizaciones se estructuraran en un marco de competitividad que a veces se extendió hasta la depredación sistémica, sin tener en cuenta a la ecología, la desigualdad social y a las personas. En la economía del conocimiento y en el mundo de las organizaciones que está más consciente del buen uso de ese atributo (el conocimiento) radicado en las personas, el factor que marca la diferencia respecto a la productividad y al valor público está en la cooperación. Sin ella no se puede crear y difundir conocimiento. Este se produce como consecuencia de un acto relacional. El proceso por medio del cual se facilita su creación, divulgación y explotación es uno en el cual se producen interacciones -conversaciones- entre las personas que forman parte de una comunidad de trabajo. Estos grupos de trabajo, que persiguen una finalidad común, se les ha denominado comunidades de práctica (CoPs).

Una de las fuentes de conocimiento se sitúa en la conversación que se produce entre personas. Si, además, tenemos en cuenta el papel de la experiencia como movilizador o proveedor de contenidos, tendremos en la suma una posible via de creación de conocimiento en las organizaciones. Nos estamos referiendo a las comunidades de práctica que se basan en estas dos premisas como elementos definitorios de estos procesos.

La creación de conocimiento requiere de un hábitat que lo posibilite. Las comunidades de práctica presentan muchos de los rasgos donde el conocimiento fluye y donde se produce de forma más efectiva el intercambio y creación de conocimiento.
Una comunidad de práctica se basa en que el aprendizaje implica participación colectiva y que la adquisición de conocimientos y habilidades se considera un proceso de carácter social y no individual. Una comunidad de prácticas, se asienta en las siguientes dimensiones (E. Wenger, 1991):

a. Compromiso mutuo: el hecho de que cada miembro de la comunidad comparta su propio conocimiento y reciba el de los otros tiene más valor que el poder que, en otros círculos más tradicionales, parece adquirir el que lo sabe todo. El conocimiento parcial de cada individuo es un dato, lo que realmente importa es el valor que añade la interacción entre ellos.

b. Empresa conjunta: la comunidad de práctica debe tener unos objetivos y necesidades comunes que cubrir, aunque ellos no sean homogéneos. Cada miembro de la comunidad puede comprender ese objetivo de una manera distinta pero aun así compartido. Los intereses y las necesidades pueden ser distintos y, por tanto, negociados, pero deben suponer una fuente de coordinación y de estímulo para la comunidad.

c. Repertorio compartido: con el tiempo la comunidad de práctica, y con la ayuda de sus gestores, va adquiriendo rutinas, palabras, herramientas, maneras de hacer, símbolos y conceptos que sirven para mantenerla cohesionada y en constante dinamismo. Estas prácticas son las redes de comunicación que permiten las interacciones entre las distintas partes de la red.

Una comunidad de prácticas puede ser virtual, presencial o mixta. Se distingue el término comunidad virtual de otros términos que explican espacios de comunicación en Internet. Habitualmente oímos hablar de páginas web y de portales. Estos entornos se parecen mucho a los entornos de comunicación tradicionales (prensa, radio, televisión) en un sentido: la comunicación es básicamente unidireccional. Unos equipos preparan la información que quieren trasladar a sus públicos y la emiten a través de Internet.

A diferencia de las páginas web y de los portales de Internet, las comunidades virtuales de prácticas procuran, no sólo que la información llegue a los públicos previstos, sino, y sobre todo, que exista participación de los usuarios del entorno. Cuando se produce la participación de las personas, las distancias entre ellas y el medio se acortan. Las personas se hacen suyo el entorno. Y, por encima de todo, se estrecha la relación entre las propias personas. Las personas se comunican, aprenden, extienden su conocimiento, fomentan los vínculos afectivos y sociales.

Para que esto suceda el entorno debe agrupar y, sobre todo, proponer contenidos específicos dirigidos a los públicos a los que quiere atraer. Y, finalmente, debe procurar que los miembros de los públicos a los que van dirigidos esos contenidos generen también contenidos. La fidelización de estos públicos, la vinculación con el entorno y su participación convertirán el entorno en una comunidad educativa irrepetible y totalmente útil para las personas para las que se ha construido.

En el contexto de la organización que quiere aprender de manera continuada, las comunidades de práctica estarían compuestas por grupos de profesionales que transforman su saber hacer personal en valores colectivos (conocimiento común del grupo), que, con el tiempo, pueden llegar a ser conocimiento compartido y señas de identidad propias de la Administración (prácticas corporativas colectivas).

Las comunidades reunidas en torno a una tarea y objetivo común son particularmente de práctica, si consideremos que la visión es complementaria con aquella que considera que los profesionales aprenden cuando aplican, a partir de la propia experiencia, lo que han aprendido. Aquí, los conocimientos asociados a la practica, independentmente de donde y como se hayan adquirido, son determinantes para aprender. La creación de conocimiento se produce en la práctica.

Por estos motivos, las comunidades de practica son un espacio de trabajo que ayudan a aprender y progresar a la Administración a partir de algunos principios del aprendizaje social, tales como:

Las personas aprenden en sociedad, manteniendo al mismo tiempo la identidad. Se constituyen en torno a temas que unen a sus miembros a nivel individual. El conocimiento reside principalmente en las personas y no en las máquinas o bases de datos, ya que gran parte del conocimiento es tácito. Por tanto, la actitud relacional de las personas es clave para generarlo, compartirlo y explotarlo.

Aprenden a partir de la interacción, ya no de maestro a aprendiz (concepto más propio de la visión tradicional) sino que construyendo, con sus pares, de manera compartida, estructuras cognitivas, vivencias laborales, a partir de la experiencia de otras personas en situaciones similares.

Se trata de un punto de vista amplio sobre el aprendizaje, que amplía sin sustituir la visión tradicional: en cualquier lugar, en cualquier momento (dentro y fuera de la Administración), en espacios habilitados expresamente para aprender, o en otros espacios mas informales.

A partir de les experiencias de cada colectivo, se tratará de aprender haciendo, vinculando el aprendizaje con la resolución de posibles dificultades que impiden alcanzar los objetivos de la Administración.

Es así que el trabajo colaborativo se entiende como un patrón de relación entre diversas personas en una organización en el que prevalece la interacción y el compartir para la consecusión de un propósito común.


 
 

Catenaria - Gestión del Conocimiento
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