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Cada minuto que pasa falta menos para el próximo terremoto…
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl

 

Y de repente, sin previo aviso, en medio de la tibia oscuridad de una noche de finales de verano, se alzó un rugido profundo, ronco, penetrante que se fue incrementando hasta resultar insoportable. La casa empezó a crujir primero y a agitarse frenéticamente después como si una fuerza desconocida la estuviese zarandeando sin piedad. Pensé que todo acabaría en ese mismo momento. Sin embargo, después de 3 interminables minutos de caos, el estruendo cesó de golpe y la casa recuperó su inmovilidad natural. Milagrosamente seguíamos todos vivos. La casa, construida hacía más de 40 años, había resistido admirablemente los embates del cuarto terremoto más violento de la historia y lejos de convertirse en nuestra tumba, se había erigido en el refugio más valioso.

Difícilmente alguien en Chile podrá olvidar lo que ocurrió durante la madrugada del 27 de febrero de 2010 a las 3:32 AM. Sin embargo, con el recuerdo del desastre todavía muy fresco, resulta imposible dejar de pensar que cada minuto que pasa, falta menos para el siguiente terremoto. Y no puedo evitar que una enorme duda me asalte: ¿Qué hemos aprendido de esta tragedia? ¿Qué nuevo conocimiento hemos adquirido de esta experiencia y por tanto, qué haremos diferente la próxima vez que suceda algo similar?
Es mucho lo que se ha hablado y escrito respecto del terremoto que nos asoló pero lo relevante para los efectos de esta columna consiste en analizar el fenómeno desde el punto de vista de la gestión del conocimiento. Evidentemente, muy pocas personas se acostaron a dormir esa noche con la sospecha de que un devastador sismo los despertaría violentamente. Y aunque el fenómeno nos tomó a todos por sorpresa, en realidad a nadie debiese extrañarle ya que Chile es un país esencialmente sísmico y eran varios los estudios que alertaban acerca de la posibilidad de que se produjese un evento de las características que padecimos. Son 2 los aspectos que me interesa examinar:

1. Cuando se analiza la situación hacia el Pasado (qué ocurrió, por qué ocurrió, cómo reaccionaron los distintos actores, qué funcionó bien, qué funcionó mal…), nos estamos situando en el espacio de la GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO.
Es esencial, y muy esclarecedor, revisar qué fue lo que nos pasó a cada una de las personas que vivimos esa desagradable experiencia. Cuando se produce un hecho inesperado como el que nos ocupa, tu cerebro y tu cuerpo automáticamente reaccionan puesto que reconocen una situación que exige pasar de manera inmediata a la acción. Si alguien hubiese permanecido  tumbado en su cama, hubiera encendido un cigarro para dedicarse a observar tranquilamente el devenir del fenómeno tomando notas en un cuaderno, pensaríamos que está loco. Más bien, lo que hace tu cerebro es preguntarse ¿Qué conocimiento necesito para actuar aquí y dónde lo puedo encontrar? Ante esta disyuntiva, existen solamente dos posibilidades:
La primera es que tu cerebro vaya a buscar ese conocimiento, lo encuentre y por tanto, te indique cómo hay que reaccionar ante un terremoto y, en concreto, qué es lo que hay que hacer. Esto fue lo que le pasó a mi mujer, que ya ha vivido otros terremotos y sabe bien lo que hay que hacer en esos casos (tiene el conocimiento): Sabe que hay que guarecerse bajo las vigas maestras y evitar acercarse a las ventanas o abandonar la casa.
La segunda es que tu cerebro vaya a buscar ese conocimiento y no lo encuentre. Eso fue lo que me ocurrió a mí que no había vivido nunca un terremoto. Mi cerebro fue a buscar y encontró conocimiento sobre cómo andar en bici, escribir artículos, manejar una blackberry, jugar al ajedrez o impartir talleres pero no encontró nada sobre cómo actuar en un terremoto así que, dado que no me pudo indicar cómo actuar, no tuve otra alternativa que preguntar a mi mujer ¿Qué hago?
Una cadena de acciones idéntica a esta tiene lugar, de forma inconsciente, cada vez que actúas, es decir, cada segundo de tu vida. En ocasiones, no poder actuar pone en riesgo tu vida, o la de otros. Yo guardé lo que aprendí durante el terremoto con la esperanza de poder reutilizarlo cuando llegue el próximo. Si eso no ocurre, querrá decir que no aprendí nada.
De este simple análisis se desprende que hay 2 funciones que realiza el cerebro que necesitamos dominar urgentemente si nuestra intención es aprender de forma eficiente y sobre todo, gestionar ese conocimiento y actuar inteligentemente:
a. Cómo almacena el cerebro el conocimiento que adquiere.
b. Cómo lo encuentra cuando lo necesita.
La misión del cerebro es tratar siempre de anticiparse y predecir la siguiente acción que va a ocurrir para que no nos tome desprevenidos. Por medio de los sentidos, está continuamente escaneando señales y reconociendo patrones del “mundo exterior” que somete a un proceso continuo de comparación con el conocimiento que tiene almacenado. Cuando dicha comparación coincide, el cerebro reconoce la situación y, puesto que no detecta anomalías, sabe cómo actuar y prosigue su labor de escaneo. Pero cuando la comparación no coincide porque no dispone de ese conocimiento, se detiene para decidir qué hacer. Es en ese momento cuando se abre la ventana para aprender. Así, a partir de las experiencias que vivimos, nuestro cerebro adquiere “casos” de forma natural, los etiqueta y los almacena para que le sirvan en el futuro cuando “casos” similares aparezcan y le resulte sencillo recordar inconscientemente dichas experiencias pasadas. Esa capacidad de “recuerdo” es la base del aprendizaje (todo lo que pensamos lo hacemos en función de recordar experiencias que ya tenemos). El conocimiento sólo existe en el cerebro. Cuando lo documentas, se convierte en información. A su vez la información, cuando entra en el cerebro, se convierte en conocimiento sólo si genera acción, si te habilita para hacer algo que sea demostrable. Las organizaciones, con el objetivo de ser más eficientes, intentan hacer algo similar aunque lo ejecutan de forma bastante deficiente y la explicación es bien simple. Carecen de un órgano responsable de anticipar y predecir lo que sucederá, es decir, sufren grandes problemas de memoria. Al mismo tiempo, desconocen el stock de conocimiento con que cuentan para ejecutar sus procesos de negocio y lograr los resultados deseados, Y por último, el proceso de acumular las experiencias que ocurren a diario (aprender) para su uso futuro, simplemente no forma parte de la descripción de cargo de ningún empleado ni de ningún área de la organización.

Es interesante entonces preguntarse ¿De qué manera gestionamos el conocimiento de los  anteriores terremotos que sucedieron años atrás para enfrentar el que vivimos el pasado 27 de febrero? La respuesta tiene algunas luces y muchas sombras. Los edificios y las construcciones en general respondieron admirablemente en un porcentaje de casos elevadísimo (sin tener en cuenta contadas excepciones). Un terremoto de similar potencia en cualquier otro país hubiese causado una catástrofe inimaginable lo que significa que Chile ha generado un avanzado conocimiento en lo que respecta a construcciones antisísmicas, lo ha utilizado admirablemente y podría perfectamente “exportarlo” a cualquier lugar del mundo. Sin embargo, en otros aspectos, como las comunicaciones, la gestión de la información, la toma de decisiones, el manejo de situaciones de emergencia (como el tsunami) o el funcionamiento de algunas instituciones, ha quedado de manifiesto que el país no sacó provecho de terremotos anteriores. No fue capaz de gestionar todo su conocimiento, lo que dio lugar a diversos errores que causaron cuantiosos daños económicos y, lo peor de todo, pérdida de vidas humanas. Claramente, hubo muchas lecciones que debieron haber sido aprendidas de sucesos previos  pero no lo fueron.

2. Cuando el análisis se enfoca en el Futuro (qué pasará cuando llegué el próximo terremoto, qué cambiaremos para prevenirlo y enfrentarlo, cómo lo manejaremos), estamos analizando el hecho bajo el prisma del APRENDIZAJE.
Cómo dijo Thomas Edisson “Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre viene a demostrar algo”. Por más que me pese, no sabremos si aprendimos algo hasta que un nuevo sismo nos visite. Mientras tanto, únicamente contamos con algunas conclusiones y un montón de buenas intenciones.
Si se tienen en cuenta las consecuencias que un terremoto como este tiene para un país y sus habitantes, hay 2 ámbitos básicos de trabajo que resulta imprescindible abordar:
a. Anticipar y prevenir las consecuencias de un terremoto antes de que se produzca. Si yo fuese científico, estaría alucinado y feliz ante las posibilidades que brindan estos fenómenos (al igual que las erupciones del volcán islandés que paralizó el tráfico aéreo en Europa o el derrame de petróleo en el Golfo de México) cuya gravedad e impacto se deben a la falta de conocimiento suficiente para preverlos y evitarlos y fundamentalmente para solucionarlos. ¿Se están dedicando recursos y esfuerzos de forma seria para aprender de lo ocurrido e investigar y desarrollar conocimiento que permita manejarlo de mejor manera en el futuro?
b. Gestionar de una manera más eficiente la respuesta una vez que el terremoto ya ha tenido lugar. Para ello, resulta imprescindible destilar lo que aprendimos del evento del pasado mes de  febrero pero sobre todo, verificar que ese aprendizaje modifica todas las conductas necesarias y no se limita a un montón de informes y cambios normativos y legales impecablemente encuadernados que adornarán las estanterías ministeriales.
¿Cómo se verifican esos cambios de comportamiento? No es fácil. Si documentamos lo que ocurrió durante el terremoto y obligamos a todos los ciudadanos del país a aprenderse de memoria esa información y les hacemos un test para verificarlo (como infantilmente hace el sistema educativo con nuestros jóvenes) ¿Les estaremos transfiriendo conocimiento? ¿Podremos garantizar que su comportamiento cambiará? No es tan simple. Cuando mi mujer me dijo “ponte debajo del marco de la puerta”, su consejo sólo podía funcionar si yo actuaba, ya que de otra forma lo que me dijo no tenía ningún efecto, era mi responsabilidad aprehenderlo y aprenderlo. ¿Cómo saber si mi comportamiento cambiará cuando realmente importa? Solamente si lo recuerdo en el próximo terremoto y actúo diferente. Cuando yo les conté del terremoto a mis familiares y amigos en España ¿Les estaba transfiriendo conocimiento? ¿Cómo les puedo transferir la experiencia? Es imposible por más que quiera, tendrán que experimentarla, vivirla ellos en carne propia. La clave para entender cómo pensamos es entender cómo recuperamos el conocimiento. Por eso contar cosas no sirve de nada porque olvidamos la mayor parte de las cosas que escuchamos o leemos ya que no nos provocan “conflictos” a la hora de actuar. Ten siempre presente que si quieres que alguien aprenda algo, necesitas saber cómo recuerdan las personas. Las personas no recuerdan datos o conceptos, recuerdan experiencias y casos. ¿Por qué murió gente en el terremoto? La mayoría de los fallecimientos ocurrieron como consecuencia del tsunami, y la causa fue, obviamente, falta de conocimiento: Muchos de ellos eran veraneantes que desconocían que si un terremoto te sorprende mientras estás en la costa y te impide mantenerte en pie, en cuestión de minutos llegará una gran ola y por tanto debes huir urgentemente montaña arriba. Al mismo tiempo, la razón por la que millones de personas no morimos aplastados por casas y edificios esa noche fue por la existencia de un sólido conocimiento constructivo.

Conclusiones
Hay 2 hechos que son incontestables. El primero es que éste no ha sido, ni mucho menos, el último terremoto en la historia de Chile ni necesariamente el más dañino, lo que quiere decir que podemos asegurar que viviremos nuevos terremotos. El segundo es que nadie es capaz de determinar cuándo tendrá lugar el siguiente sismo, si ocurrirá dentro de 10 años o de 3 horas. Por eso, resulta tan urgente responderse la pregunta ¿Qué estamos haciendo para prepararnos? Imagino que las autoridades habrán hecho importantes esfuerzos en tratar de concluir qué salió bien para reforzarlo y que salió mal para cambiarlo. ¿Continuará siendo astronómicamente mayor, por ejemplo, el gasto militar que el destinado a investigar, prevenir y responder adecuadamente ante una catástrofe como la que padecimos?
No tenemos otra alternativa que vivir como si el próximo terremoto fuese a ocurrir mañana. En todos los órdenes de la vida, nadie puede predecir qué ocurrirá en el futuro pero sabemos que será o bien algo conocido (para lo que dispones de conocimiento y por tanto puedes enfrentarlo) o bien algo desconocido. Sea lo que sea, tu cerebro siempre responderá igual, irá a buscar el conocimiento que tienes almacenado y si lo encuentra te lo proveerá y te permitirá actuar. Cuando llegó el terremoto, yo no sabía cómo actuar mientras mi mujer sí porque ella lo había vivido antes, lo había aprendido, tenía esa experiencia acumulada que pudo reutilizar cuando lo necesitó. Si tu cerebro no lo encuentra, significa que no lo tienes, no puedes actuar y por tanto necesitas aprenderlo. El objetivo de promover el aprendizaje no es otro que mejorar la toma de decisiones. Cada decisión se toma para anticipar el futuro. Necesitamos gestionar nuestro conocimiento para que nos ayude a tomar mejores decisiones. El desafío que tenemos pendiente es averiguar qué aprendimos de la triste experiencia del terremoto para que no se repitan los mismos errores y seamos capaces de gestionar mejor nuestro conocimiento la próxima vez.
La gestión del conocimiento es inevitable si quieres vivir. ¿Sabemos qué stock de conocimiento teníamos que nos resultó útil? ¿Sabemos cuál no funcionó? ¿Cuál no teníamos y necesitamos adquirir para el futuro? ¿Qué aprendimos y haremos distinto? Lamentablemente no lo sabemos y sólo saldremos de dudas cuando llegue el próximo terremoto. Esperemos que no sea demasiado tarde.

El 25 de agosto en Santiago, abriremos el Congreso Percade 2010 cuyo lema este año es 200 años ¿Y el desarrollo cuándo? con un taller de gestión del conocimiento donde abordaremos todos estos aspectos.


 
 
 

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